Una mirada cómplice a la violencia encapuchada

En momentos donde el Poder pretende imponer el control total a través del proyecto Aula Segura con persecución y expulsión hacia quienes desafían su dominio, publicamos este texto realizado a fines del año 2018 cuyo contenido sobre lxs compañerxs secundarixs es totalmente atingente.

Saludamos a quienes desde los liceos resisten las jugarretas represivas del Poder, a quienes se enfrentan contra Aula Segura sepan que ninguna ley detiene la Guerra Social que con persistencia se nutre en el campo fértil del conflicto.

 

(Era común que durante las ocupaciones de colegios durante la dictadura fuera sacada de rectoría la fotografía del dictador Augusto Pinochet para ser destruida, quemada e intervenida de algún modo. En el caso de esta imagen lxs secundarixs encapuchadxs decidieron mostrarla desde la ventana de un liceo en toma en gesto de desafío a la policía y la misma figura del dictador.)


“La guerrilla urbana anarquista es capaz de trasladar la anarquía desde las páginas de libros polvorientos y la teoría abstracta hacia la acción, hacia la creación de eventos subversivos.
Este es nuestro propio mano a mano con la historia.”

· Conspiración de Células del Fuego

UN PRESENTE CARGADO DE HISTORIA

Un presente de lucha inevitablemente se alimenta de experiencias pasadas, a veces la propia búsqueda de lxs individuxs lxs lleva a transitar por escenarios anteriores, aunque no se parezcan mucho al actual, extrayendo de allí lo que se cree necesario.

Pero la mayor parte de las veces la experiencia o la historia no es un código escrito o un aprendizaje extraído a conciencia, es un elemento que se transforma y viaja sin detenerse hasta un escenario que mantenga una hebra común. Se disfraza de humo negro, paro, toma y/o barricada, y crece con rapidez en lxs nuevxs compañerxs que inician sus senderos de confrontación al interior de los liceos.

Es imposible conversar e intentar extraer valoraciones o aprendizajes de la actualidad de lucha al interior de los liceos y colegios sin viajar hasta lo que se gestaba durante los años 80’ dentro de un contexto dictatorial.

Reconocer allí un importante elemento de experiencia es vital para potenciar la acción en el aquí y ahora, para reflejarse y saber que los métodos utilizados hoy no son nuevos, décadas antes fueron otrxs quienes los utilizaron convencidxs con otras ideas y horizontes, sin embargo, hoy esos mismos métodos y elementos son cargados con otras convicciones, valores e ideas y es de aquello de lo que tenemos que abrazarnos y estar orgullosxs… de nuestras ideas y decisiones, no de un material determinado.

Desde 1982 comienzan a aparecer distintos puntos de resistencia a la dictadura dentro de liceos en Concepción, Valparaíso, Rancagua, Coquimbo, Iquique y Santiago. A las jornadas de protestas populares contra la dictadura se sumaba ahora la juventud, especialmente “lxs secundarixs”.

Con jornadas reflexivas, paros y marchas espontáneas por la Alameda, se fue cimentando una fuerza y un cuerpo de combate que agudizaría sus métodos durante los meses posteriores, iniciándose un vertiginoso camino insurreccional entre encapuchadxs, paros, tomas y barricadas. “Hoy barricada, mañana lucha armada” era el grito que desde los techos de los liceos tomados se escuchaba con fuerza.

Tras las primeras movilizaciones de la década del 90 comienzan a condensarse los esfuerzos y voluntades rabiosas. El Mochilazo del 2001 estalla y expresa en la calle el descontento de quienes no querían construir acción política al alero de la Concertación.

Entre la espontaneidad y la coordinación se agrieta la dirección hegemónica y pacífica y se desbordan las calles demostrando que, en la disputa por ese espacio, la revuelta violenta comienza a ganar terreno. La continuidad de estas prácticas y las masivas protestas contra la cumbre APEC realizada en Santiago el 2004 generan, como respuesta represiva, la incorporación de las bombas molotov a la Ley de Control de Armas. Más tarde, hacia el 2015, el Estado volvería a arremeter aumentando hasta a 3 años de cárcel efectiva por la utilización de molotovs.

El 2006, en la Revolución Pingüina, el descontento encuentra su espacio de crecimiento en las ocupaciones de cientos de liceos a lo largo de todo el territorio; más allá del centro, más allá de los espacios “emblemáticos”,  fue entre barricadas y extensas conversaciones en las tomas, que el veneno anárquico se expandió y tomó fuerza. Surgieron colectivos e individuxs no organizadxs que fueron reconociendo sus miradas en los disturbios y sus voluntades en un camino rebelde que ya era irreconciliable con el poder y el peticionismo de sus falsos/as opositores/as.

En los años posteriores el movimiento estudiantil, entendido en términos ciudadanos, no volvió a expresarse con la fuerza del 2006, pero la llama rebelde siguió ardiendo. Los colectivos continuaron proliferando, provocando anormalidades en sus distintos colegios y, en ocasiones, en las calles. Conversatorios y talleres, fanzines y documentales que corrían de mano en mano entre quienes ya se reconocían como compañerxs, fueron contribuyendo a darle sentido y proyección política a una práctica que, al mismo tiempo, se iba agudizando.

Existe una superación de las barreras respecto de las consignas estudiantiles, donde la juventud insurrecta empieza agitar en el marco del 29 de Marzo, solidarizar con la resistencia Mapuche y también sobre otros conflictos ajenos a la educación, por ejemplo algunas acciones contra la modificación de la Ley Penal Juvenil, reforma que permitió imputar a menores de 18 años y aplicar medidas como la privación de libertad.

El 2009 se registraron anormalidades los días posteriores a la muerte del compañero anarquista Mauricio Morales, con panfletos y bombas de ruido se saludaba año tras año la memoria del compañero muerto en acción.

Las incursiones nocturnas dentro de los liceos eran una práctica que acompañaba las jornadas de movilización e incluso a modo de hostigamiento y sabotaje a la normalidad de la maquinaria escolar, con “tomas fantasmas”, ataques con pintura y la destrucción de las oficinas de dirección se iba marcando una línea antagónica.

CON HILOS NEGROS, ABRIENDO ESCENARIOS DE CONFRONTACIÓN

No nos interesa la historia del movimiento estudiantil y sus voceros/as, mesas de diálogo ni reformas. Nos interesa comprender algunos aspectos sobre las tensiones y nuevas prácticas anárquicas en la actualidad, y para ello debemos abocarnos a la calle y los espacios en los que la subversión ha ido creciendo y las ideas que se han ido afilando. Momentos donde algunas individualidades organizadas o no, agotaron las contenciones de quienes comprometidos con el orden actual intentaron aquietar episodios de mayor algidez en la conflictividad social. Hablamos de quienes impulsaron las asambleas y colectivos autónomos o la cobertura entre secundarios al momento de ocupar los colegios, las salidas a la calle y las marchas solidarias cuando habían detenidos por lucha callejera, entre otras iniciativas que avanzan hacia la liberación total.

Desde el año 2011 se viene agudizando con fuerza una nueva práctica que por distintos factores, hace unos años se creía impensada. Las “salidas” dejaron de ser propias de los espacios universitarios y se abrieron camino en diferentes liceos.

A partir de ese año la práctica de combate al interior de los liceos ha ido mutando rápidamente y por testimonios de compañerxs que vivieron de lleno la agitada realidad de las protestas nacionales del año 2011, se sabe que en el marco de la algidez social no era extraño encontrar entre lxs encapuchadxs a militantes de las juventudes comunistas, sin embargo la ruptura era más que inevitable, entendiendo que jamás se podrá avanzar hacia un horizonte en común con ellos.

También distintos sectores de una tendencia más popular eran activos participantes de las barricadas al calor de las protestas nacionales y al pasar los años incluso en “salidas” desde liceos junto con elementos de un marcado carácter anárquico.

Esta unidad en la acción se explica por la necesidad de mantener un importante número de encapuchadxs en la calle y así ganar el espacio de combate y evitar los hostigamientos de inspectores o profesores. Con el tiempo, la separación entre anárquicxs y populares era inevitable y la cuestión cuantitativa pasó a segundo plano, la afinidad pasó a ser el elemento que permitía reconocerse con el/la otrx compañerx.

Hasta la fecha la evolución del combate callejero desde los liceos ha sido importante en varios aspectos, en un principio las barricadas solo se producían durante paros nacionales, luego en determinadas fechas como el Día del Joven Combatiente o la conmemoración de un nuevo 11 de Septiembre, sin embargo el último tiempo lxs compañerxs no esperan paros nacionales o fechas específicas, sino que cualquier día y momento es óptimo para detener el funcionamiento escolar y obstaculizar las calles de la ciudad con barricadas y bombas molotov.

Dentro de esa misma evolución se puede exponer sobre los métodos utilizados, en un inicio las piedras eran el elemento vital para desarrollar un buen combate con las fuerzas policiales, sin embargo, poco a poco la bencina, fuegos artificiales y el ácido se abrieron camino en el arsenal de lxs compañerxs, en más de una ocasión han cruzado cables acerados para evitar el avance de los carros blindados. La seguridad no es un elemento que queda rezagado, al contrario, hoy podemos ver como la prensa y la policía se molesta al notar que lxs compañerxs queman las vestimentas una vez finalizada la acción.

Tal vez los escenarios más valorables de toda esta evolución combativa, se grafica en elementos teóricos o valóricos de algunas de estas acciones. Que lxs compañerxs en la calle abandonen a conciencia las peticiones reformistas y nutran de contenido anárquico/antiautoritario su discurso representa en sí mismo una gran victoria contra las lógicas del Poder.

A un día de la muerte del compañero Sebastián “Angry” Oversluij, algunxs compañerxs salieron desde los liceos a encender barricadas e intentaron quemar una Farmacia Cruz Verde y una Iglesia. En memoria del compañero Mauricio Morales, Matías Katrileo o la compañera Claudia López han sido ellxs quienes durante el día dan vida a la práctica anárquica y de memoria en la calle, con todo en contra pero con las voluntades a mil.

Como parte del contenido de estas acciones se ven barricadas solidarias con compañerxs encarceladxs e incluso con un contenido de liberación animal durante el mes de Septiembre. Cada cierto tiempo se producen ocupaciones de liceos, donde lxs mismxs compañerxs levantan actividades solidarias, de memoria o propaganda, todo desmarcado completamente de las demandas estudiantiles y apuntando decididamente hacia la liberación total.

Una ruptura aún mayor con los escenarios anteriores de acción callejera desde liceos, es que hoy lxs compañerxs no reconocen fronteras entre géneros, muchas compañeras han sido detenidas dentro de colegios que por determinaciones del poder son solo de varones, y viceversa, demostrando que no hay barreras en ningún aspecto de nuestras vidas.

PERSIGUIENDO CAPUCHAS Y TOMAS

A tan solo días de ser elegido alcalde de la comuna de Santiago, Felipe Alessandri dio cuenta del sello que espera imprimir en su mandato. Su eslogan fue directo, “colegio tomado, colegio desalojado”. Anunciando una política de mano dura en el área estudiantil. “A mí me encanta la democracia, pero las tomas son antidemocráticas” manifestó.

“Toda toma es una medida de fuerza. Queremos tener un diálogo fluido con los estudiantes para evitarlas. A mí la ley me da las facultades de desalojar. A mí no me va a temblar la mano”, enfatizaba a principio de año, con el tono amenazante que lo caracteriza.

Su programa de gestión contiene el llamado “rompe-paga”, donde establece que los padres/madres de quienes sean culpadxs de destrozos en los colegios, terminen desembolsando los costos de reparación. “Nunca más se gastarán más de mil millones de pesos de los vecinos en un año, para reparar un liceo destruido por sus propios alumnos”.

Otros personajes han presentado proyectos que apuntan hacia mayores niveles represivos, indicando que cualquier estudiante que sea autor/a de destrozos o desmanes como forma de protesta contra las autoridades le será negado el acceso a beneficios y becas, además otro proyecto que aumentaría las sanciones a quienes sean condenados/as por incendios en liceos y atentados contra microbuses del Transantiago.

OVEROLES BLANCOS

Por estos días y tras un 2017 plagado de ataques y acciones violentas que se ejecutaban en el marco de las “salidas” y cortes de calle desde diferentes liceos, asistimos a una ofensiva comunicacional-policial que busca generar cambios en la persecución legal de estos hechos.

Un reportaje periodístico tras un corte de calle en las afueras del Liceo de Aplicación el 22 de agosto de 2017 da cuenta por primera vez de la denominada por la prensa como “la banda de los overoles blancos”. En las imágenes obtenidas por las cámaras de control de tránsito, como por los carros policiales, podía apreciarse a un grupo de encapuchadxs vestidos con overoles blancos atacando la Iglesia de la Gratitud Nacional con bombas molotov.

La prensa deliró durante días con las imágenes y dio paso a toda clase de “expertos” en análisis criminológico y policial, tratando de establecer toda una serie de conexiones ya fuera con otro tipo de acciones, liceos o universidades.

En octubre de ese mismo año, durante un corte de calle en las afueras de la Universidad de Ciencias de la Educación, la policía se centró en la figura anónima de un encapuchado que vestía un overol blanco. Mediante un control de identidad en las afueras de la universidad, lograron dar con una identidad, un joven de 16 años, estudiante del Liceo de Aplicación que habría tenido restos de material acelerante en sus ropas y manos y que en su mochila habría conservado el overol. Fue detenido, para luego pasar al tutelaje del SENAME.

Durante el resto de 2017 fue constante la presencia de más de algunx encapuchadx vistiendo overoles, en las afueras de diferentes liceos y universidades, incluyendo el ataque a un bus del Transantiago a las afueras de un liceo, así el festín mediático instaló el concepto de “banda de los overoles” a la par que avanzaban las investigaciones policiales sin mayores resultados que la detención de octubre.

Con la llegada del nuevo gobierno de Piñera se observa un cambio en la forma en que circula la información sobre avances policiales, ya no vemos la parafernalia anterior de su primer gobierno en 2010, donde tras pomposas declaraciones, se evidenciaban los pasos que vendrían. El estrepitoso derrumbe de muchos de ellos debe haber conseguido que cambiaran el curso del timón, ahora todo avanza en silencio, salvo pequeños esbozos que permiten inferir que se avecina.

Pero al Alcalde Felipe Alessandri le gustan demasiado las cámaras como para negarse el disfrute ante ellas, así tras un nuevo ataque a fines de junio de 2018 en las afueras y el interior del Liceo de Aplicación, quedó de manifiesto cómo han ido avanzando las investigaciones.

En la acción un grupo de encapuchadxs atacó la oficina del nuevo Rector del Liceo, destruyendo, rayando y dejando panfletos donde se leía: “Has firmado tu sentencia con tus actos, nuestro puñal apunta a ti y a todos los cómplices”. Esto tras una serie de disposiciones que tomó el nuevo Rector, anunciando expulsiones y sanciones contra quienes sean detectados participando en desmanes y tomas.

Buscando desarticular esta supuesta banda, la policía ha elaborado diferentes perfiles, llegando a la brillante conclusión de que no se trataría de una agrupación definida, tomando fuerza la tesis de que en realidad “se trataría de un movimiento transversal de orden anárquico, una especie de encapuchado 2.0 que se nutrió de información de los resultados de las investigaciones en las que hubo condenados, con el fin de encontrar un método que les permitiera lograr impunidad”.

La policía ha indicado que hasta ahora no se ha detectado la existencia de una banda como tal, sino que toman el overol como un símbolo y un elemento práctico que permite mantener de manera eficaz el anonimato.

Los analistas policiales señalan el ataque a la iglesia como un punto de inflexión, por la planificación y osadía. Pero Alessandri se mantiene tozudamente en su posición, señalando que “lamentablemente hemos visto como integrantes de esta banda han estado involucrados en la mayoría de los hechos violentos que se han producido en nuestros liceos. Por lo mismo el municipio participa activamente para entregar información a Carabineros y la PDI cada vez que surgen nuevos antecedentes. Incluso sabemos que muchos de ellos son adultos ajenos a los colegios, que solo buscan crear caos, destruir y privar del derecho de estudiar a nuestros alumnos”.

La policía habla de un cambio entre “lxs antiguxs encapuchadxs” y la aparición de los overoles, lxs últimxs serían más violentxs, utilizando mayor cantidad de bombas molotv y un cambio en la forma en que definen sus objetivos para atacarlos. La expresión violenta ahora iría dirigida directamente hacia personas o edificios concretos. Todas las voces del poder coinciden en que son más temerarixs. Hablan de un nuevo modus operandi de lxs encapuchadxs, pero se apresuran en aclarar en que la policía también tiene nuevas formas de actuar, en proceso de innovación permanente.

Para otros supuestos expertos en el área de seguridad, los grupos de encapuchadxs se inspiran en series de internet y televisión, siendo La Casa de Papel y Anonymous los pilares fundamentales desde donde sacar ideas.

Más allá de los ridículo y anecdótico que esto nos resulta, lo cierto es que hay miserables ganando millones en materia de seguridad, disparando imbéciles teorías, pero también haciendo hincapié en la necesidad de aumentar los recursos en tecnología e inteligencia policial para neutralizar estas y otras expresiones de violencia.

Ya se huele la cacería…el soplonaje, ya se avecinan los circos del poder, que nunca nos encuentren desprevenidxs, que no sean nuestros errores los que beneficien su delirio.